martes, 22 de enero de 2013

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Ya te digo, no soy de creer en los "para" y/o "por", menos cuando son seguidos de un "siempre". Soy más de creer en los "peros", diría que soy una especialista en ellos, que les rindo culto, que los busco a todos desde el génesis y antes. O no fue acaso "el otro día" que te dije, "Hay un pero que siempre nos separa". Diciéndote eso, pude haber escrito una novela tan larga como la vida (y a su vez tan corta) de como vos y yo, o el y yo, e incluso ella y yo no podríamos estar juntos para siempre, o ni siquiera eso. Como ella y no en realidad no éramos amigas, o como él y yo fuimos solo un capricho y no un sentimiento, o también como mamá y yo no nos amábamos, solo que éramos un acuerdo del destino. Pero, sí, sí, PERO, creo al fin y al cabo, dejando que Catalina me lea las líneas de la mano, que mis peros es solo mi corazón, o esa parte de mi que tiene que sentir, diciendo algo así como: No valgo tu amor, no valgo tu sacrificio. -Pausa, no me creo mártir, ni masoquista, ninoséquetérminoparecido; solo encuentro que más allá de tantos llantos, no abundo de sentimientos como aparento o nomegustasoltarlos-. Entonces recurro a mi secuencia típica, dejo entrever las típicas transparencias, esos cortes a plena luz, das un paso, doy mil, estoy a punto de cerrar el trato casi como cuando prometen para siempre con un anillo, y así como así hago lo que se me ocurra en el momento para correr tres mil pasos para atrás, siempre con esta frase en mente: no merezco esto. Capaz que sí, capaz que no, capaz que el amor al que yo llamo egoísta es a lo que todos llaman amor. Aún así, hay un "pero" que siempre me distancia del mundo.

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