Ella corre, ya no sabe a donde se dirige pero tiene que escapar.
Dios, creía en el perdón, creía en vos. Entonces, ¿por qué me veo obligada a correr?
Hubo un tiempo en que María suspiraba, era lo único que hacía, y miraba las gotas jugando entre ellas sobre la ventana, escuchaba el antiguo tocadiscos rayarse una y otra vez, sobre la misma línea, perforándolo sin sollozar, y entre algún que otro aullido, la invadía el silencio. Pero el silencio era más que aquello que predicaba, el silencio estaba repleto de ecos, ecos del pasado que la acosaban, y ella se endulzaba en el recuerdo. La libertad, desnuda se veía, adornada por unos brazos viriles que la acorralaban con pasión,ese amor adolescente que se refugiaba en escondites ilegales, donde el tiempo era infinito y las caricias eran magia, eran la cura al dolor, al encierro. Pero pronto terminaba, cuando la noche se acercaba y el fuego se olía a mares de distancia, María volvía a suspirar. "Cada suspiro es como un sorbo de vida, del que uno se deshace."
María, ¿por qué lloras? Sabes que si no estas ahí el pueblo va a pensar mal de tí, un día de estos serás tu la que quemarán, si pronto no empiezas a apreciar las tradiciones de tu pueblo natal.
El destino tiene una forma cruel de jugar con nosotros. A María, todo le indicaba que Juan era su destino, que Juan le haría bien, que Juan no era solo una promesa. Juan sería pronto su vida, Juan era más que una sonrisa, el era todo. Y ella lo necesitaba, por mucha tormenta que atraían, el viento siempre la empujaba hacia el acantilado, pero siempre de su mano. Su corazón se lo rogaba, el pueblo lo prohibía pero nada la haría vibrar tan fuerte. Nada más que él la haría vivir, y respirar sin vivir, sería morir en tragedia. Ahora María suspira."Cada suspiro es como un sorbo de vida, del que uno se deshace." Y cada tanto, trata de hundirse en el silencio, el silencio es placer para ella, porque solo recuerdos le quedan, memorias que pronto desvanecerán con los suspiros.
María, agradecé que aún vivís. Dejá de suspirar así, esas mujeres como tú, no merecen tener la vida. Han pecado y con gusto. Han pecado a pura consciencia. Vos sos el gramo de misericordia que la comunidad logró.
Viví tiempo atrás. Juan no está, Juan se fue, y si pudiera me iría con él.
Esas cadenas son un regalo de Dios, María. Si no estarías en la cuna del infierno, suplicando al diablo por un descanso. Serías un cuerpo enfurecido, sin alma.
Tal como soy ahora. No hay infierno peor que la hipocresía, peor que este pueblo. Las envidio, ojalá yo estaría en su lugar, ojala el fuego salpicara sobre mí. Ojala estuviera él aquí. Ojalá esa fuera solo una cadena de papel, que me obligara a correr, a buscarlo hasta los mas oscuros infinitos. Ojalá fuera ayer.
María el abuelo dice que sos sabia, para mi sos una desgracia y ya perdiste tu dignidad. Nosé porque seguís aca, esa cadena es un error. Vos sos un error.
Esa cadena solo le impedía repetir lo mismo, pero era sólo una evidente aclaración de que el pueblo quería qe sufriera, porque todos sabían que ella volvería con el. Todos la escuchaban durante sus sueños. Se agitaba en plena soledad, sus carcajadas aturdían a los pequeños que habían aprendido a despreciarla. Sin embargo, algún que otro la observaba con pena y preguntaban, ¿No que Dios persona, doña? Solo con la culpa mi niño, con la verguenza. Estas mujeres estan bañadas en orgullo.
Corre María, corre que te vamos a alcanzar, y todo tu esfuerzo en vano será. Cuando los pies no te dejen ni caminar, cuando el dolor se apodere de tu cuerpo, ahí vamos a estar. Para que veas tu reflejo y llores de repugnancia. Ahí estaremos.
María santísima, ¿a dónde vas? El abuelo dice que haces bien, dice que todos deberíamos ser como tú. ¿ A dónde vas? Yo creo en el abuelo, quiero irme contigo María.
Voy a donde las tradiciones no hagan de mi una estatua pronta a las carcajadas, a la humillación. Voy a donde no tenga que estar presa, voy a donde no tenga que suplicar por los silencios para poder recordar, voy a donde el viento me envuelva de aventura.
María nunca fue admiradora de las tradiciones, María era una desgracia. María no dejaba de suspirar."Cada suspiro es como un sorbo de vida, del que uno se deshace." Una vez más, la atraparon camino a la libertad.
María, vos no sos santísima, sos una pecadora. Pecadora. PECADORA, corre por tu vida María, ya nada te queda, pero corre, corre que el dolor te lo mereces.
Las antorchas aullaban, como si los fantasmas de aquellas mujeres de la hoguera las devolvieran al pasado y les recordaran que su objetivo es destruir. El pueblo estaba en silencio, quieto como si fueran piedras sin vida. Sin vida. Solo respiraban, ante la desgracia. Ella ya era una desgracia. Y María sonreía, pálida, con los labios púrpura y torcidos aparentando una leve sonrisa que sólo algunos sabrían observar y entender, los tobillos cubiertos de manchas oscuras, manchas pecaminosas que por alguna razón no eran suyas, eran del pueblo, y María sonreía. Ya no suspiraba. Recostada sobre la tierra húmeda donde comenzaban a asomarse pequeños claveles, María no suspiraba. Gracias a Dios no suspiraba.
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