Terminado el bautismo, me embarqué hacia el océano de la vida, con un deseo juvenil y apasionante de caminar desnuda en el agua y que me golpee hasta dejarme marcas, para hacerme alguien...Pero imposible era, ya tenía resabios de un rito prolongado. Llevaba una cadena de mi madre, la desconfianza de mi padre, y algunos amuletos coleccionados de los más cercanos, amuletos de fuerza como también de miedo. Desamuletos. Partí entonces, semi-protegida, detestando la carga de los resabios y el aliento de mis padres indicándome el camino. Lo único que hice fue correr hacia el otro lado, nunca muy arriesgado igual, siempre guardando consideración por aquellos atrás o creyendo que lo hacía.
Y en esa selva desenfrenada, en ese vasto teatro casi-terrorífico y carnavalesco, me encontré con vos,
pedazo de cielo.
Me invitaste al paraíso, para dejarme después
solo con un vago recuerdo.